viernes, 4 de abril de 2014

Respiro.

Sentada a su lado, bueno, no realmente. Sentada al lado de su cuerpo enterrado 4 metros bajo tierra. Cuánto le extrañaba. Siempre recordaba esos momentos de felicidad junto a él: la primera vez que se vieron; cuando quedaron en salir algún día, después de haber entablado una conversación estable por primera vez, o el otro día cuando él enfermó. En realidad era sólo un pequeño resfriado. Él fingió todo ese tiempo estar muy enfermo sólo para recibir de sus cuidados. Olivia nunca le creyó, pero era divertido seguir su juego.
        Lloraba en silencio contemplando la grisácea y fría lápida.


Avi Glickmann
Septiembre 16, 1967 – Octubre 7, 2001



Ese recuerdo permanecía fresco e intacto en su memoria. Aún lo recordaba todo sin problema. Verlo postrado en una cama de hospital, haciendo chistes sobre su enfermedad.
        —No, nunca fueron divertidos —le confesó al viento que meció el césped lentamente. Y era cierto, un tumor cerebral nunca le pareció divertido. Sin embargo, quería verlo feliz, aunque implicara reírse de sus tontas bromas.
        —Vuelve... Vuelve y ya no te vayas; ya no me dejes… — ¿a quién se supone le hacía esos reclamos? Qué irónico, él ahora habitaba en la morada de la que ya no podemos regresar, a la que muchos desean ir, y otros temen.
        Más que nada recordaba sus últimos días. Se veía tan débil, estaba tan débil, pero a pesar de eso, las bromas siempre estaban presentes.
        Lo que él más añoraba era salir pronto del apestoso hospital con enfermeras mal educadas, y festejar con ella; con su amada. Festejar todo el día que ya estaba sano, que una mañana, por «arte de magia» el cáncer había desaparecido. ¡Oh, cuánto él deseaba eso! Regresar a su vida anterior, y hacer feliz a su esposa…
        Lamentablemente, ese día jamás llegó, o al menos, no aquí. Nunca se le vio a esa nueva oportunidad de vida tocar su puerta.

       A Olivia le alegró un poco saber que él ya no sufría, que el dolor se había apartado de su cuerpo por fin, pero más le alegraba que él no pudiera verla en ese doloroso estado.
        Lo sollozos acabaron. El viento, dulcemente secó sus lágrimas. Se sintió tan real, de tal manera que por poco se creía la descabellada idea de que podría ser Avi quien la consolaba y acariciaba…
        Ya nada podía hacer. Evidentemente no había vuelta atrás, esa no era una opción. Lo que ahora le quedaba era esperar el momento donde ella partiría al lugar prometido, y se reunirían de nuevo. Pero mientras llegaba, tenía una misión por cumplir: vivir su vida. Vivir como a él le hubiera gustado. Lo tendría siempre presente en el pensamiento, sería casi imposible deshacerse de él en ese sentido, pero tenía que superarlo en cierta forma, para poder seguir.

        —Hasta pronto, cariño — otra vez hablaba con ese pedazo de piedra, pero esta vez con una sonrisa y con la promesa de volver cada semana. 
No, no es una despedida, es un «Nos veremos pronto».



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