sábado, 1 de marzo de 2014

Ni piedra ni cristal.

Estoy sentada en un rincón, pensando en todo lo que me rodea. Oigo los gritos de los niños jugando "¡Pásamela, pásamela!", ¿acaso no se cansan?
Oigo los chismes de las que se dicen llamar señoritas "¿Te gusta? ¡Eres una ridícula! Además escuché que a él le gusta alguien más". Celos, celos y más celos. Veo cómo la gente desfila frente a mí, unos me sonríen, otros me ignoran y algunos me miran con lástima.
Por fin me levanto y como si acabase de salir de un trance pregunto de manera directa a esos que dicen ser mis amigos:
   — ¿Quieres ser como el cristal o como la piedra?— veo sus rostros de extrañeza.
   — Como el cristal, porque es frágil y delicado, necesita cuidado y no esconde secretos —responde una de ellos sin haber pensado bien su respuesta.
   — Como la piedra —dijo el muchacho al que se le marcan más las facciones de imbécil —es difícil de romper, nada le hace daño y por más que la golpeen, no se lastima.
   Después de escuchar muchas respuestas vuelvo a tomar asiento en el rincón húmedo y analizo todo.
   Algunos minutos después, unas niñas que no recuerdo haber visto nunca me regresan la pregunta:
   — ¿Y tú qué quisieras ser?
   — Ninguno —me miran como si la respuesta las hubiese asqueado y sin esperar una explicación se van tomadas del abrazo, como unas amigas inseparables.


"Quiero amar, ser amada y sentir qué es tener el corazón roto por el primer amor. Sin ser de cristal, no me quiero romper con facilidad sin remedio alguno. Quiero dejar de sentir cuando sepa que algo me lastimará, evitar pensamiento negativos e ignorar comentarios corrompidos. Sin ser de piedra, ya que no podría sentir las mis emociones maravillosas que existen.

No quiero ser de cristal, es muy delicado.

No quiero ser de piedra porque no siente nada. 

Quiero amar sin ser de cristal e ignorar sin ser de piedra."




Crown


Escrito por Diana Romero*.



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Este texto fue escrito por mi hermana menor y me pidió que lo publicara.

Como en los días de antaño.

No logro descifrar por qué el hecho de que coloques el pronombre posesivo en primera persona antes de mi nombre me emocione tanto.
   Recuerdo aquél año donde eras tú quien me buscaba, el que nunca se cansaba de decir que me quería (y yo la que nunca se cansó de escucharlo).

Se han invertido los papeles y no me buscas más, ya no repites cuánto me quieres y sólo respondes yo igual, no sé si para no quedar mal o por pena.
     No estoy reclamando nada, sólo pienso en lo mucho que extraño eso. Sentirme querida de tal manera...
   
No me canso de recordarte que te quiero (espero que tú tampoco te canses de escucharlo). No me avergüenzo de decir (e incluso lo he gritado) que te quiero.
   Te quiero.
   Te amo.
   Te amo como no recuerdo haber amado. Te amo en la forma más pura. Claro, es algo que nunca sabrás por mi miedo al qué pasará con nuestra amistad si es que eso no se perdió ya por culpa de mi imprudencia.

El hecho de que vuelvas a llamarme como en los días de antaño me produce alegría y me hace creer que por fin puede haber algo. Algo que quiso ser, algo que pudo ser, algo que fue en otra vida, o algo que nunca se dará.


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