jueves, 11 de diciembre de 2014

Desde hace 16 años

Desde hace 16 años vivimos con miedo en medio de esta batalla. Hombres y lobos peleando por tierras que ambos creen poseer. Tierra de nadie, ¿o tierra de todos? Desde hace 16 años los hombres debemos salir siempre con un arma en mano. Desde hace 16 años los lobos no pueden andar más que en manada. Todos vivimos con miedo, ¡qué absurdo! Aún recuerdo esos días donde todos éramos amigos. Lobos protegiendo a los hombres de las fieras del bosque y éstos brindándoles fuego y música. Niños y cachorros creciendo juntos, jugando juntos y nadie se preocupaba. Recuerdo a mi compañero de madriguera, mi gran amigo y aliado: Terram. No recuerdo si nosotros lo adoptamos a él o su manada me adoptó a mí. Maravillosos días de otoño compartimos, hasta que algo ocurrió, algo que marcó nuestra historia y rompió toda relación con los cánidosno ha habido noche tan fría desde entonces. 

*
  
El otoño apenas comenzaba y las hojas empezaban a desprenderse. El viento era frío pero soportábamos andar sin abrigo. Terram y yo dábamos el primer paseo de Otoño, esa había sido nuestra costumbre desde siempre. Nos recostamos sobre las raíces de un árbol y con los ojos cerrados escuchamos el silbido del viento. ¡Cuánta paz inundaba aquél lugar! El sol comenzaba a ocultarse y ya iba siendo hora de regresar a casa cuando escuchamos el aullido de un lobo. Los lobos tienen aullidos diferentes con muchos significados y ése sólo quería decir una cosa: peligroTerram me miró fugazmente y en seguida corrió hacia el origen del llamado. Entonces me quedé solo en el bosque pero no tenía miedo porque sabía que ellos cuidaban de nosotros, o así era. 
   
Al llegar a casa encontré a mamá aterrada y muy enojada. Recuerdo cuánto me regañó y golpeó esa vez, diciendo haberse preocupado mucho. Dijo que era un desconsiderado por hacerla preocuparse tanto, que eran un mal hijo y que estuve cerca de provocarle un ataque al corazón.  
      Seguido de eso, me abrazó. Me abrazó con tanta fuerza como jamás lo había hecho, me miró a los ojos destilando preocupación, y tan sólo lo dijo: Ya no estamos seguros aquí.  

No lo entendí en seguida, quiero decir, los lobos cuidaban de nosotros, ¿no? Entonces sin formular la pregunta en voz alta ella respondió con la mirada. Ellos nos habían abandonado, se habían revelado contra nosotros, nos traicionaron, faltaron a su palabra... Esos eran los rumores que corrían por toda la aldea, pero yo sabía que eso no podía ser cierto. Lazos de amistad existieron entre nosotros durante siglos, eso simplemente no podía estar pasando, no podía ser así. Los lobos no son criaturas tontas, y una buena razón debieron tener para marcharse.  
  
Esa misma noche llené una mochila de velas y volví a reunirme con el bosque, tenía miedo ahora que ya no estábamos protegidos, pero no podía dejar esto así. Cuando estuve cerca del lago las encendí dejando un camino, y según como me había dicho mi abuelo, canté. Canté la canción que unía a lobos y humanos. Cerré los ojos y lo canté tan alto como pude, y al abrirlos allí estaba, negro como la misma noche, con la luna en la punta del hocico. Terram se acercó con temor y se mostró a la defensiva, ése no era mi amigo, no era el lobo con quien acababa de dar un paseo. 
      Intenté acariciarle la oreja pero se echó hacia atrás. Asustado salí huyendo de ese bosque que ya no era mío, ya no era nuestro. Corrí lejos de allí, más asustado que nunca. Escuchaba el susurro del viento a través de las hojas, ramas quebrándose, alguien más corriendo junto a mí. Escuchaba sus pisadas sobre las hojas secas, escuchaba su respiración, pero corrí tan lejos como pude. 
  
Pronto llegué a casa, sin ver atrás. Entré corriendo y esa noche me encerré en mi habitación y lloré y por primera vez desprecié tanto a los humanos y deseé no ser uno.  
      Un forastero había derramado su sangre, sangre sagrada derramó sobre nuestra tierra; la sangre de un lobo. Una gota bastaría, y el juramento estaría roto. Les faltamos el respeto, y perdimos su confianza. Justos pagan por pecadores, sería el refrán de mi abuelo. Gracias di a nuestros ancestros porque él no estaba aquí viviendo esta desgracia. Recuerdo las noches que él mismo me arropó y antes de dormir me contaba historias sobre lobos y hombres unidos como una sola especie. 
       El aullido de un lobo escuché y por la ventana pude verlos correr hacia las montañas donde se ocultarían por siempre de los traidores. Después de esvez no recuerdo noche tan fría. 
  
Desde hace dieciséis años no veo a Terram, mi buen amigo y aliado. Desde hace dieciséis años muchos intentamos recuperar la confianza de nuestros lobos, esa amistad que nuestros antepasados construyeron y un simple mortal, bajo el hechizo de la ambición, rompió. 

I love wolves.

***
¡Muchísimas gracias por estos dos años!

1 comentario:

Belén dijo...

Que preciosidad de relato, no he podido dejar de leerlo hasta el final. Me ha encantado descubrirte. Un beso, Elizabeth.