Tres de febrero y no sé de ti desde Nochebuena. Y la
verdad es que no me da igual y me arrepiento de no haberte retenido y pedirte
que te quedaras un poco más. Y no sé qué es lo que extraño de ti, porque cuando
no hacíamos el amor, sólo peleábamos. Y gritábamos. Y arrojaste un plato y
perdiste el control.
Esa vez se sumó otra piedra a mi colección. Un
zafiro, bonito. Mi favorito, hasta que le diste un significado diferente. No te cases con perlas, bromearon. Pero
creo que debí hacerlo, para así, por lo menos llorar y callar, y no sólo
callar. Que tragarse esto duele tanto que mi garganta comienza a inflamarse.
No sé por qué te extraño si junto a ti fui
miserable. Quizá me gustaba serlo. Quizá contigo. Quizá por ti. Y no es amor
porque nunca lo hubo. Lo supe al decir acepto
y ya era tarde, o no.
En Nochebuena te abandoné, hediondo.
Apestabas a sudor y licor, y tu aliento olía a vómito. Te dije que me iba e
intentaste detenerme. Por poco cedo, por un momento pensé que sí había
esperanza; que el amor sí existía. Hasta que gritaste, arrojaste la botella y
perdiste el control.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario