viernes, 6 de febrero de 2015

Perlas.

Tres de febrero y no sé de ti desde Nochebuena. Y la verdad es que no me da igual y me arrepiento de no haberte retenido y pedirte que te quedaras un poco más. Y no sé qué es lo que extraño de ti, porque cuando no hacíamos el amor, sólo peleábamos. Y gritábamos. Y arrojaste un plato y perdiste el control.
Esa vez se sumó otra piedra a mi colección. Un zafiro, bonito. Mi favorito, hasta que le diste un significado diferente. No te cases con perlas, bromearon. Pero creo que debí hacerlo, para así, por lo menos llorar y callar, y no sólo callar. Que tragarse esto duele tanto que mi garganta comienza a inflamarse.
No sé por qué te extraño si junto a ti fui miserable. Quizá me gustaba serlo. Quizá contigo. Quizá por ti. Y no es amor porque nunca lo hubo. Lo supe al decir acepto y ya era tarde, o no.

En Nochebuena te abandoné, hediondo. Apestabas a sudor y licor, y tu aliento olía a vómito. Te dije que me iba e intentaste detenerme. Por poco cedo, por un momento pensé que sí había esperanza; que el amor sí existía. Hasta que gritaste, arrojaste la botella y perdiste el control.


***

Con este texto he participado en la Antología organizada por Sab, que puedes encontrar aquí.

No hay comentarios: